alfajor en falta: un blog pensado para hacer de la distancia algo virtual.

22 de mayo de 2009

Y volví a irme sin que me echen

Una y cincuenta y cuatro de la matina aca en NY. Escribiendo la secuela de un post que no tuvo repercusión. Versión 2009 de la misma soledad que les habrá invadido tantas veces a tantos emigrantes. Sin embargo, para ser sinceros, las vueltas se hacen cada vez menos difíciles. Será que con cada viaje uno se hace un poquito más duro.

Saber cómo me siento en Bs As y cómo me siento acá es parte importante de la pregunta que tenés todo el tiempo encima: ¿valió la pena haberse ido? (que no es otra que: ¿cómo estaría si me hubiera quedado?) Uno cree que al estar tanto tiempo lejos, uno se va a desacostumbrar al caos que siempre es Bs As. Pero no, uno no deja de ser porteño nunca, parece. Eso sí, el mapa me lo estoy olvidando. La de calles que me olvidé, que no recordaba el nombre, que no sabía sus alturas! A la inversa, como me aclimaté tan bien a Bs As (y con el agravante de unas largas vacaciones), pensé que al llegar de vuelta acá iba a estar totalmente descolocado. Pero no, tampoco. Llegue acá y como si nada. Parece que te sale un interruptor, un pituto en la nuca que te pone en el modo adecuado de inmediato. (Hace cuánto que no escuchan (leen) esa palabra, "pituto"?)
Cuando me hice la pregunta de cómo vería a Bs As después de dos semanas de estar allá, tenía miedo de la respuesta. De adorarla o de odiarla. Pero no. Ni me fui de allá corriendo porque no soportaba más, ni se me dió por empezar a pensar que es el único lugar en el mundo. Si alguien está leyendo esto buscando drama, la pifió de post.
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Pasaron 2 días desde que guardé el borrador de este post. Lo acabo de releer y curiosamente coincido con una buena parte de lo que escribí hace ya 48 horas. Iba a continuarlo, pero ya que vengo usando el rótulo de shocks culturales para esta serie, voy a parar aca así dejo el lugar a otro post con la descripción de los hechos que presencié hoy mismo. Pero no sé si estoy todavía preparado para describirlos. Antes, tengo que entenderlos.

Saludos, se los extraña.

11 de mayo de 2009

un guaymallén

Este blog trata acerca de la distancia, de los traslados a regiones lejanas, de las costumbres de aquí y de allá, de los afectos y su mantenimiento y, también, en honor a su título, de alfajores. Alfajores que, como es sabido, y se ilustra en el blog, los hay de variadas formas, tamaños, rellenos, coberturas y precios. Quienes estamos anclados aquí, cada tanto, abrimos la boca para comer alguno. Y yo, anclado aquí, en la tierra de los alfajores, hace poco, abrí la boca y comí uno. Precisamente, un guaymallén, como indica el título. Fue una pequeña vuelta al guardapolvo blanco de escuela municipal, cuyo bolsillo lateral lo albergaba con justeza: parecía hecho a medida; los jorgito, en cambio, no calzaban con la precisión alemana que sí el guaymallén. Su sabor no desilusionó, quizá, por influencia de esa vuelta en el tiempo, que hace poco también experimenté con un biznike (galletita cubierta en chocolate a la que encontré en su denominación original y, también, rebautizado de un modo que, obviamente, no pude retener). Este tramo es aquél en el que valdría invitar al lector a hacer una apuesta acerca del precio del guaymallén en el mercado… mmmh no, perdió. En la estación de trenes de Retiro, y también en los quioscos aledaños, se consiguen por 50 centavos de peso, esto es, algo menos de 15 centavos de dólar americano, menos de medio pasaje de colectivo porteño (en su versión más barata). Una verdadera ganga. Por último, sugiero entrar en la web del alfajor-guaymallén.com.ar