alfajor en falta: un blog pensado para hacer de la distancia algo virtual.

11 de mayo de 2009

un guaymallén

Este blog trata acerca de la distancia, de los traslados a regiones lejanas, de las costumbres de aquí y de allá, de los afectos y su mantenimiento y, también, en honor a su título, de alfajores. Alfajores que, como es sabido, y se ilustra en el blog, los hay de variadas formas, tamaños, rellenos, coberturas y precios. Quienes estamos anclados aquí, cada tanto, abrimos la boca para comer alguno. Y yo, anclado aquí, en la tierra de los alfajores, hace poco, abrí la boca y comí uno. Precisamente, un guaymallén, como indica el título. Fue una pequeña vuelta al guardapolvo blanco de escuela municipal, cuyo bolsillo lateral lo albergaba con justeza: parecía hecho a medida; los jorgito, en cambio, no calzaban con la precisión alemana que sí el guaymallén. Su sabor no desilusionó, quizá, por influencia de esa vuelta en el tiempo, que hace poco también experimenté con un biznike (galletita cubierta en chocolate a la que encontré en su denominación original y, también, rebautizado de un modo que, obviamente, no pude retener). Este tramo es aquél en el que valdría invitar al lector a hacer una apuesta acerca del precio del guaymallén en el mercado… mmmh no, perdió. En la estación de trenes de Retiro, y también en los quioscos aledaños, se consiguen por 50 centavos de peso, esto es, algo menos de 15 centavos de dólar americano, menos de medio pasaje de colectivo porteño (en su versión más barata). Una verdadera ganga. Por último, sugiero entrar en la web del alfajor-guaymallén.com.ar

6 comentarios:

Flor dijo...

¡La magdalena de Proust!

:)

S A L dijo...

ah bueno! no puedo creer haber hecho recordar a Proust. A recobrar el tiempo perdido!

Florencia Rossi dijo...

"En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construído para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la verpertina, y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando había buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.

Proust Marcel, En busca del tiempo perdido.

¿Qué hubieras escrito vos si hubieras nacido en el siglo XIX?

Flor dijo...

Esa Flor soy yo. :)

(es que a veces se necesitan las mayúsculas y a veces no)

Unknown dijo...

Ah! el guaymallén! Recuerdo que en la secundaria nos escapábamos con mis amigos en el recreo largo al kiosko a comprar tres por un peso (O sea que, como verán, la inflación no ha afectado mucho su precio).

S A L dijo...

Una flor (Flor) a veces ayuda a pensar, más que otro pensamiento.

Por otro lado, el guaymallén corrobora le índice Moreno.