Volveré a iniciar un relato, con el pasaje de un alimento por la garganta, sepan disculpar la reiteración. Es que he experimentado, hace instantes, una sensación que me provocó este vuelco al teclado (otrora pluma).
La cuestión es que, alguien, cuyo vínculo con mi jefe desconozco, lo vino a visitar. Por algún motivo (seguramente, vive en Perú, o fue de vacaciones allí), le trajo chocolates peruanos (de una fábrica cuyo website es: www.chocotejasdulciana.com.pe). Gentil, me convidó uno. Cordial, acepté. Fui a la cocina, coloqué digno café de filtro en una taza de loza (lógico, en estas latitudes), agua fría en una copa de vidrio y volví a sentarme frente a la compu para seguir con el trabajo y, a la vez, saborear el chocolate y el café.
El envoltorio era estándar para chocolates de free-shop, un envoltorio internacional (o global), podría decirse. Lo quité. Tomé el chocolate con la mano y lo mordí. Por algún motivo, las conexiones nerviosas llevaron al cerebro, en primer lugar, aquello que mis ojos vieron y, recién unos segundos más tarde, lo que mis papilas sintieron o saborearon.
Se veía un baño de chocolate, sobre una pasta (de apariencia también chocolatosa) que contenía unas nueces y algo parecido al dulce de leche. Sentí satisfacción. Mi cuerpo creó un sabor virtual, y yo ya podía percibirlo: auténtico chocolate, con nuestro dulce de leche y nueces. Era como cuando uno cierra los ojos y siente debajo (o arriba, según se prefiera) a Marcela Kloosterboer. En ese climax llegó lo que podríamos denominar la fase 1 del sabor (un ligero descontento). Es que, el chocolate no era lo que esperaba —no era un chocolate al gusto nuestro—, pero se podía comer. Algo más dulzón de lo ansiado, se parecía a chocolate barato de kiosco, con más grasa que cacao. Pero al cabo de unos instantes empezó a llegar la fase 2 del sabor. Lo que quienes hablan de vinos llaman, según recuerdo, “retrogusto”. El chocolate (o, a esta altura, diría “eso que comí”) ya estaba adentro. Y mi boca, vacía de sólidos, comenzó a experimentar un dejo de irritación, las nueces tomaron el gusto de flores marchitas, todo se inundó de un vaho a leche condensada, tan meloso y cursi como un disco de Luis Miguel. Hice, rapidamente, buches de café y agua, y pude, al menos, controlar la situación: vomitando la experiencia en este papel en lugar de hacer lo propio con el chocolate en el baño.
Ahora, me pregunto, será que es difícil hacer buenas cosas y que, en cambio, no lo es copiar sus formas, colores y consistencias. O será que el gusto propio de los ingredientes, por el agua del lugar, la altitud sobre el mar y vaya a saber que conjunto de cosas, hace irreproducible el sabor del terruño. En NYC, una vez, me pedí un helado, que de pinta era bueno, y su gusto era inexistente, era como comer la nada misma (lo cual, es menos malo que lo que me pasó hoy, claro). Quizá un yoni prueba un helado de acá y le empalaga, y añora el de su tienda de chico… que se yo.
alfajor en falta: un blog pensado para hacer de la distancia algo virtual.
16 de abril de 2009
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2 comentarios:
El gusto se hace, no se nace... Si te criaste comiendo eso, te va a gustar. Uno despues tiene que educar el gusto. Probar y probar es la unica manera de darse cuenta qué es realmente bueno y qué no.
A la inversa, uno puede deseducar (si no existe esa palabra, voy a iniciar un movimiento para incorporarla) el gusto. Exactamente con los helados, a nosotros nos pasaba lo mismo que a vos: no tenian gusto a nada. Pero, despues de unos años de tomar esos helados y no tener un Persicco cerca, te terminan gustando. Hasta me pasó de sentarme a comer un bife el otro día acá y decir: "Qué rico bife!". Me estoy convirtiendo en un yoni??????? AHHHHHHHH!!!!!!!!
Acabo de volver de Viena. Que ricos helados que comi, muy parecidos a los Argentinos. Cremosos, con autentico sabor a frutas (son los sabores que me gustan) y con la pulpa de verdad, no ese gusto artificial de los yoni (que supongo que sera yanqui). No quiero ni acercarme a un helado aca. Resistire, "resaboreando" el recuerdo de los vieneses y argentinos. Tambien vi un montooooooon de arquitectura increible, tanto de la epoca imperial como Seccessionista (Art Nouveau Vienes). Deci que necesito los ojos abiertos para vivir, que sino los cerraba para siempre para seguir "resaboreando" el recuerdo de esa ciudad maravillosa.
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