No lo despertó, como casi siempre ocurre, esa mecánica corporal que lo lleva a abrir los ojos unos minutos antes de las siete de la mañana, evitándole al reloj su programado desgarro sonoro. Lo despertó, en cambio, cierta ansiedad y, también, cierta alegría —no es común que se permita estar alegre, pero este día lo estaba—. Sus pasos sobre la alfombra de la habitación sonaron distintos, eran el eco de un caminar decidido y firme. Ya en el baño, dejó caer el agua caliente sobre su cuerpo por algunos minutos más que lo habitual, un pequeño lujo tras eliminar todo vestigio de transpiración. Es que las obligaciones habían quedado suspendidas, y la vuelta a ellas era imperceptible, tras el viaje que estaba por comenzar, y ya se disfrutaba.
El café, olía y sabía bien, como siempre, pero el contexto permitía disfrutarlo un poco más. Reparó, para su agrado, en los sonidos rutinarios: la cafetera chocando con la taza, la taza con el plato, el plato con la mesa; todo era un preludio armonioso.
También disfrutó del viaje hasta el avión que lo llevaría a destino. Condujo su auto al aeropuerto —según sus cálculos, convenía dejarlo estacionado allí que abonar por un servicio de remise— y la ruta se mostró apacible; antes, subirse y ponerlo en marcha aportaron lo suyo: el tablero azul, frente a la poca luz de una mañana que no se decidía a llegar, invitaba a jugar, podía ser un avión de guerra, una nave espacial, una auto de fórmula uno, o todo a la vez. Invitación aceptada. En el vuelo, disfrutó de la comida (lo que no es fácil), como si se tratara de la que sirven a quienes viajan en un asiento de primera, luego se acurrucó y durmió placidamente, sabía que en breve empezaría lo mejor.
alfajor en falta: un blog pensado para hacer de la distancia algo virtual.
20 de abril de 2009
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3 comentarios:
:)
Hacemos algo el jueves a la noche?
una delicia, esa fue la sensación mientras leía. gracias por estos momentos, S.
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