alfajor en falta: un blog pensado para hacer de la distancia algo virtual.

10 de enero de 2010

Para que alguien, quien sea, abra este cajón

Y, si, es más o menos así, cuando ya nadie lo espera, cuando ya probablemente nadie vaya a leer esto, se me ocurre escribir algo. Quizás es por haberme puesto a leer las historias de trenes, y porque no viajo en ellos. Quizás porque extraño el vínculo, o quizás sólo porque estoy aburrido, no lo sé. Escribir sabiendo que seguramente nadie me lea me deja una sensación dual, de liberación y de desencanto simultáneos.

¿Qué es lo que quiero escribir? ¿Qué tengo para decir? No lo sé realmente, no lo tengo para nada claro. Esta noche era más bien una necesidad de comunicar. Algo que en otra época habría hecho en un pedazo de papel que terminaría escondido en algún cajón, hoy es un draft en google docs próximo a ser publicado en un blog al que ya nadie lee. Lo esconderé en un rincón de la web al que nadie ya revisa. Tantos años y nada realmente cambió.

Pero en el fondo no es tan cierto, hay una sensación que podría llegar a describir como la pequeña y fugitiva esperanza de que alguien termine leyendo esto, como si estuviera escondiendo un texto en algún cajón que tarde o temprano se abrirá. No sé cuándo pueda ser, ni siquiera si me enteraré cuando eso ocurra.

Al fin y al cabo, mis escritos, los pocos que sobrevivieron al tacho de basura, han sido leídos al menos por una persona más. Eso fué hace tiempo y cuando estaba orgulloso de ellos. Claro que hoy por hoy me parecerían tremendamente ingenuos. Toscos, quizás, y eso que hace años que no los releo. Debería tal vez hacerlo, para recordar cómo era yo hace veinte años.

Quién te dice que no es al revés, que me volví tosco (ingenuo no creo) con los años, que en esa época escribía verdades y hoy sólo idioteces. A los textos de quince a veinte años atrás los había llamado "Delirios". Hoy por hoy, a lo que escribo lo podría catalogar como "Ciclotimias" ¿Por qué no? Si aguanto una media horita más escribiendo terminaré diciendo que seguramente me vaya a leer medio mundo, pero que tengo la esperanza de que no lo vea nadie... ¡Y entonces quizás no lo publique nunca! Planear lo que pueda suceder en los próximos treinta minutos es pedir demasiado. Sobre todo porque ya se siente el ciclo descendente. Al mandarme a escribir se vé que estaba en la cima, uno nunca sabe cuándo es el momento en que se deja de subir, para empezar a bajar. Como tampoco sabe si ya se llegó al valle o no. Manejar los ánimos como subido a la super 8 volante. Al menos esa no se daba vuelta y no te quedabas boca abajo. Imaginate.

Releo, releo, releo, escribo y leo y releo. Y trato de entender por qué empecé a escribir. Sigo tratando, sigo sin saber. Y me lo pregunto desde el principio ¿Por qué? ¿Para qué? Y lo que es peor, ¿qué?

La media hora ya pasó y tanto no cambié. Sigo pensando en lo que más arriba describí como una fugitiva esperanza. Específicamente, me quedé pensando en por qué había la había descripto como fugitiva. Lo de pequeña y lo de esperanza es fácil. Pero fugitiva. Será porque no logro definirla del todo, porque se esconde justo ahí en ese umbral de la conciencia en el que podés saber que una idea está, pero no describirla del todo. Porque cada vez que creo que estoy a punto de entenderla, desaparece.

¿A quién engaño? ¿Quién puede creer que esto es un texto interesante? ¿Quién puede pensar que tengo algo útil para decir? A mí, claro, me estoy engañando a mí. Si nadie más va a leer esto. (Pero... -dice mi fugitiva esperanza- quizás, alguien...)

Claro que me engaño. Si releo y releo es para incrementar un ego que le encanta pensar que lo que acabo de escribir es maravilloso. Que con estas líneas me gané un lugar entre los grandes, blablabla. Narcisismo, delirios de grandeza, ¿delirios? No, si yo terminé con esos hace tanto tiempo. Ahora son ciclotimias, ¿te acordás? O quizás a éste lo ponga en un catálogo nuevo, esquizofrenias. Si no, ¿cómo te explico que mientras comparo estas líneas con Camus o Hesse, pienso que no es más que una cagada de las tantas que escribí siempre? ¿Cómo te explico que me dirijo a vos si creo que nadie más va a leer esto?

4 comentarios:

S A L dijo...

Ya tuviste un lector. Ya tenías a ese lector desde antes -un lector que piensa que sos un buen escritor- y espera más ejercicios. O mejor, más Zatarsta (¿se llamaba así la rata?). Ese libro, me dejó tantas satisfacciones como algunos libros de los consagrados que nombrás.

S A L dijo...

Ya tuviste un lector. Ya tenías a ese lector desde antes -un lector que piensa que sos un buen escritor- y espera más ejercicios. O mejor, más Zatarsta (¿se llamaba así la rata?). Ese libro, me dejó tantas satisfacciones como algunos libros de los consagrados que nombrás.

Ale dijo...

Ahhh, claro. Esto te avisa cuando hay un post nuevo, no? Así es trampa... es como dejar el cajón abierto y con la primera página a la vista... así cualquiera se hace leer! :)

Era Satarsa. Humilde homenaje a un cuento de Cortázar que no tuvo la acogida de otros cuentos (creo), pero que sin embargo a mí me voló el marote, allá por esos tiempos en que sabía algo de literatura. Satarsa la rata. Es un cuento de palíndromes, ratas y persecusiones. Atar a la rata es el palíndrome, pero si son muchas las ratas, atar a las ratas se convierte en Satarsa la Rata. Y ahí te quiero ver, andá a meterte con Satarsa.

S A L dijo...

Se equivoca, por mi escaso manejo informático, no tengo seteado ningún aviso de las publicaciones que se hagan en este blog... Igual era un cajón bastante a la vista. Yo recuerdo el suyo, no el de Cortázar, debería subirlo, quizá por tandas, en un blog.